4. Poema turístico

Aterricé en Etiopía y fui a hacerme la pedicura. Me lo ofrecieron y acepté. Para que nadie se ofendiera. Permitiría cosas atroces con tal de que nadie se ofendiera.

Permití que Betty se arrodillara, ese era su nombre, me dijo. Quién se llama así en Etiopía. Permití que Betty se arrodillara y me limpiara el talón y el tobillo y la planta del pie y los dedos y también las uñas, permití que limase todo lo feo que había en mí, que se arrodillara.


Detesto pintarme las uñas. Pero no le pedí que lo dejara: le pedí que escogiera un color. Ponme tu favorito. Como si ceder la iniciativa rompiera algo, la relación de Betty conmigo. Eligió el rosa chicle de mi camisa.


Acepto que me sirvan cerveza, que cultiven lo que como y cosan lo que visto: acepté que me hicieran la pedicura. Tan solo hay una diferencia simbólica. Eso pensé, simbólica. Y dejé a Betty que siguiera.